miércoles, 23 de julio de 2014

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He viajado a la región ecuatoriana de Sucumbios. He navegado por el río Cuyabeno, he vivido increíbles aventuras, situaciones al límite. He pasado de disfrutar de la salvaje belleza de la selva a desear despertar y que todo hubiera sido una terrible pesadilla. Eso sí, he disfrutado mucho del fantástico viaje con Diego, Mateo, Elena y el resto de personajes, y todo gracias a,Manuel Pérez Recio y su libro, Cuyabeno. Lo describiré con unas líneas del propio autor "El relato de un intenso, despiadado e inolvidable viaje para los sentidos". Os lo recomiendo. Personalmente me ha fascinado, y he aprendido muchas cosas, lugares, costumbres y curiosidades de dicha región, totalmente desconocidas para mí.
De Manuel, he leído hasta el momento en páginas literarias en la red, varios cuentos cortos y varios micros, y dos novelas publicadas en papel, Hasta que la muerte nos separe y Cuyabeno. Me declaro su seguidora incondicional. Le deseo muchos éxitos y el merecido reconocimiento de sus novelas.
El autor es un viajero empedernido y ha aprovechado el conocimiento directo de la zona selvática para imbuirnos a los lectores en un viaje en el que, si ya sería atroz perderse, mucho peor sería que a uno lo encontrara la persona equivocada.
Gran parte del libro lo leí en una sala de espera del juzgado, donde no solo no habían puesto el aire acondicionado, sino que parecía que hubieran dejado la calefacción puesta la noche anterior. Eso, que evidentemente es molesto, me sirvió para introducirme más en situación, sentirme en esa selva calurosa y húmeda que nos pega la ropa al cuerpo y con cierta sensación de amenaza a mi alrededor.

El autor dice que el libro es la crónica novelada de una accidentada travesía por la selva. No sé qué hechos pueden ser reales y cuales no, pero a quien le gusten los libros de viajes y en especial los amazónicos, seguro que encontrará entretenimiento entre sus páginas.


De la autora: Verónica Grau.

Blog: Los desvaríos de Luna.


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 «¡No basta con sacarle el jugo a la vida, hay que bebérselo!»
A los que hemos leído los primeros libros de Alberto Vázquez-Figueroa, necesariamente la lectura de Cuyabeno nos transportará en el tiempo. No porque hablemos de estilos de escritura similares, sino por los escenarios que se recorren a través de la trama, esas selvas a las que yo no iría por nada del mundo, pero que me atraen cuando están plasmadas en el papel, además de que, como digo, me traen recuerdos de otras lecturas de una juventud cada vez más lejana.El autor es un viajero empedernido y ha aprovechado el conocimiento directo de la zona selvática para imbuirnos a los lectores en un viaje en el que, si ya sería atroz perderse, mucho peor sería que a uno lo encontrara la persona equivocada.
Gran parte del libro lo leí en una sala de espera del juzgado, donde no solo no habían puesto el aire acondicionado, sino que parecía que hubieran dejado la calefacción puesta la noche anterior. Eso, que evidentemente es molesto, me sirvió para introducirme más en situación, sentirme en esa selva calurosa y húmeda que nos pega la ropa al cuerpo y con cierta sensación de amenaza a mi alrededor.
El autor dice que el libro es la crónica novelada de una accidentada travesía por la selva. No sé qué hechos pueden ser reales y cuales no, pero a quien le gusten los libros de viajes y en especial los amazónicos, seguro que encontrará entretenimiento entre sus páginas.
Del autor: Ramón Cerdá
http://lalecturaderamon.com/cuyabeno-la-sangre-de-la-tierra/